Como Flor de Loto

Una de las compañeras lanzó un rumor al grupo como quien esparcía un veneno al aire, y dijo: “Ella se podrá tomar un sábado libre, pero espero el día que la veremos aquí trabajando todos los sábados.” Sarita Aparicio solamente escuchaba. Al fondo se oía un coro de carcajadas burlescas que herían los oídos de alguien más. Eran los oídos de Luisa Alva; ella escuchaba con pena y simpatía el desdén y los desaires injustos.

¿Por qué no te defiendes, si te ofenden? Preguntó en una ocasión, Luisa a Sarita.

A la palabra áspera, una palabra suave. Soy hija del Rey de reyes y no debo rebajarme a ofender a nadie le respondió Sarita, con su amable sonrisa habitual mientras continuaba la jornada en la empacadora. 

En medio de un fango de hostilidades y desprecios, crecía una bella amistad como la flor de loto que florece con inmaculada belleza, sin ser tocada por la impureza del lodo.        

La amiga

¡Cómo puede ser tan amable y agradable con todos, a pesar de las burlas y las ofensas! Exclamaba Luisa sobre el carácter de su compañera. Los intercambios del día a día dieron ocasión para cultivar entre ellas una amistad sincera. Luisa cuenta que Sarita sabía escucharla y que supo ganar poco a poco su confianza.

La maestra

Frente a la faja donde las dos seleccionaban el producto, Luisa quiso saber sobre los estudios de Sarita. Ella le dijo que era Licenciada en Educación. Entonces Luisa se abrió: Yo quiero saber más del Dios en el que usted cree, y de lo que enseña la Biblia, pero nunca fui a la escuela y entonces le preguntó: ¿Usted me enseñaría a leer? Sin vacilar, Sarita le dijo que estaría más que contenta. 

La testigo

Mientras Luisa más aprendía a leer, más quería conocer al Dios real y poderoso de Sarita. Luisa vivía un sueño: ella le había pedido a Dios que le diera la oportunidad de aprender a leer. Antes de cada lección oraban juntas hasta que Luisa aprendió a conversar con Dios como con un amigo. Con el tiempo, la familia entera estudió la Biblia. 

Y el pasado 7 de enero de 2017, el pastor Marcos Aparicio, esposo de Sarita, bautizó a Luisa, a Marcelino su esposo, y a su hijo Allan. Su nueva familia, la Iglesia Adventista Hispana de Payette, los recibió con gran gozo y brazos abiertos.

El pastor Juan Francisco Altamirano, coordina la labor de las iglesias de habla hispana en la Asociación de Idaho

Featured in: April 2017

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